sábado, 14 de marzo de 2015

Bienvenido, Mister Marshall

Es la comedia en la que se ridiculizan más las instituciones que los individuos, en la que se airean los tópicos de una cierta imagen de la España tradicional y en la que no hay límites claros para la crueldad o el esperpento.  Julio Pérez Perucha, uno de los historiadores del cine español más sabio, y agudo analista de la obra de Berlanga, ha creído ver en su cine una apuesta por los que sería una comedia nacional y popular, con una elevada dosis de crítica social.
Bienvenido Mister Marshall (1953), es uno de los momentos cumbre de la historia de la cinematografía hispana. En opinión de muchos son los 75 minutos más importantes del cine español.  La película tuvo una gran acogida en el Festival de Cannes de 1953, donde recibió, entre otros, el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo, el premio a la Mejor Película de Humor, y una mención especial al guión de la FIPRESCI (Federación Internacional de Críticos Cinematográficos). Fueron muchos quienes elogiaron a Luis García Berlanga como coautor de tan significativo trabajo, del que algunos dijeron que era el primer filme español con categoría internacional.
Don Pablo (interpretado por un magnífico José Isbert), alcalde de Villar del Río, recibe de sus superiores la notificación de que una delegación americana visitará su pueblo, dispuesta a satisfacer sus necesidades más perentorias. Para ello será preciso una calurosa acogida. Con la ayuda de un avispado representante artístico, y de la cantante Carmen Vargas, el pueblo se afana en diversas actividades destinadas a causar buena impresión a los visitantes. La ansiedad sentida por los campesinos contrasta con el recelo de las fuerzas vivas, para quienes los americanos representan un peligro. Los visitantes de Villar del Rio recrean sobre la almohada sus temores y sus deseos, registrando una lista de peticiones personales que harán sus supuestos benefactores. Cuando todo está preparado, el pueblo embellecido, los lugareños acicalados, la banda de múscia lista, y llega el gran día, los americanos pasan de largo.
Desde la simplicidad que su argumento presupone, la película de Berlanga y Bardem es una mordaz crítica contra el gobierno norteamericano de mediados del siglo pasado. Además, muestra también las características esenciales de la España de entonces, dominada por el régimen franquista. Los personajes diseñados por ambos, representan todos los estereotipos de aquella época, por un lado el poder, representado por el alcalde, el cura y las fuerzas vivas (boticario, hidalgo, comerciantes, maestra), y por otro el pueblo (casi todos agricultores y ganaderos). Desde el punto de vista social se ha captado la idiosincrasia; el hecho de que el alcalde esté algo sordo no es casual, el miedo al Delegado tampoco, que el cura sea algo cotilla, que la maestra esté soltera y necesite la ayuda del listillo de la clase… El papel subordinado de la mujer se refleja en su poca presencia, y la escasa intervención que por ejemplo tiene la tonadillera.
Berlanga critica, además del evidente hecho de que los integrantes del pueblo de Villar del Río quieran aparentar algo que no son, que el cine de “la españolada” muestre unas características tan estereotípicas de este país que además de reduccionistas, se presentan como distracciones de una realidad social nada armónica. CIFESA, se interesaba por entretener más que por reflejar la realidad española de su momento. Así como el pueblo de Villar del Río se disfrazaba para complacer y engañar a los americanos, así CIFESA disfrazaba la realidad social para complacer y engañar a los espectadores de la época, desviando la atención de los problemas reales. De este modo, en Bienvenido encontramos muchos elementos esperpénticos, que lo que hacen, además de parodiar y criticar la tradición española, es proyectar esa vida miserable de España de la que tanto habló Valle-Inclán, pues Berlanga no escatima en gastos para evidenciar no sólo el atraso y la pobreza de Villar del Río sino la mentalidad de sus habitantes. En efecto: “el delegado viene a decir que se disfracen para celebrar la generosidad del plan Marshall, para mostrar su alegría, pero, y ahí está el posible juego agridulce, el pueblo entiende y asume que en realidad lo hacen para ocultar la realidad de su miseria”.
Planteada en clave de comedia no exenta de tintes amargos, la segunda producción de Berlanga alcanza una dimensión alegórica mucho más amplia que “Esa pareja feliz” (1951), al utilizar ese pueblito castellano anhelante de los dones concedidos por los norteamericanos como parábola de un país dispuesto a transformar su identidad. Destaca también por su labor metalingüística, respecto a las esencias del cine español de aquel momento, al burlarse no sólo de los géneros y modelos dominantes, sino al ser capaz de insertarse sin rupturas en la textura de aquél.
Ambos autores sentían una gran admiración por Miguel Mihura, célebre dramaturgo español, y no dudaron en poner en sus manos el primero de los guiones de Bienvenido. El estudio sobre Miguel Mihura de Fernando Lara y Eduardo Rodríguez Merchán para la SEMINCI de Valladolid fue el primero que reveló las aportaciones del escritor. Lara y Rodríguez muestran y demuestran las habilidades de la sabia mano de Mihura en la versión final del guión, donde varias escenas fueron modificadas por él mismo, como la célebre del discurso del alcalde en el balcón, que incluiría el mítico “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación…”
Más de cincuenta años han transcurrido desde que Bienvenido Míster Marshall, la impagable película de Berlanga, consiguiera sintonizar con los espectadores de nuestro país y propusiera una forma de entender el hecho fílmico, con lo cual demostraba que renovación y reconocimiento podían ir de la mano. Más de cincuenta años tras los que, pese a la gran transformación socio-económica, la metáfora sigue plena de vida y ha viajado hasta el ahora para permitirnos repensar sus múltiples significados

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